platillos volantes
Cuando éramos pequeños había en la cocina del apartamento de la playa de mis padres un cacharrillo de ésos que terminan entrando en esa categoría mohosa que ahora -sólo los muy modernos, of course- llaman pongos.
El artilugio en cuestión era una plancha que se cerraba como una mandíbula de tiburón (tardé años en que se me pasara el trauma de esa película, no sé si se me nota), contundente mordisco del que emergían tan frescos unos preciosos sandwiches doraditos, redondos y sellados.
El asunto del sellado no es un tema menor: bien cerraditos como unos labios que esconden esforzadamente su secreto, los emparedaditos éstos retenían -y después derramaban- el queso fundido y otras materias delicuescentes con el mismo esplendor que si de palmeras de fuegos artificiales se tratase.
En aquella cocina más bien de mínimos también había otras cosas chulas, como esas bandejas de metacrilato y colores sixties con huequitos a medida de cada plato, vaso, etc etc, para poder irse cenar al sofá con la cena bien acomodadita, como si estuviera una dentro de una peli de Los Supersónicos y hubiera que cenar en gravedad cero. (Aiii Astro, qué mono eras, leñe!!)
Cuando ya llevábamos media docena de semejantes gemas fuera de la plancha y estaban, en pilas de a dos, quietecicas y muy obedientes en los huecos de la bandeja de cada uno (¡la mía roja!), nos íbamos al sofá con estampado de paramecios azul marino a ver «Marcus Welby, doctor en medicina» delante de la estufa de butano, que bufaba la pobre a pleno rendimiento, porque era Pascua en el mar y por las noches seguía haciendo un frío que pelaba. Cuando nos metíamos en la cama las sábanas estaban tan frías que parecían pergamino, y nos acurrucábamos entre las mantas con batín y todo hasta que conseguíamos calentarlas…
Así que ya tenemos listo el escenario: tres pequeños que estaban en el filo de dejar de serlo, vestidos con eskijamas de algodón, batines de Pirineos rosa (las chicas) y azul (el chico) y zapatillas de borreguito, haciendo turnos delante del fuego para jugar a la aromática magia del paquete sorpresa.
Los clásicos siempre ganaban por pana: 1) queso fundido con jamón york, 2) un solo de mallorquina, y 3) el que batía todos los récords: el opulento pamplonés sin compañía (extraordinario en su simplicidad), arreándose él solito un aria entera.
Buf. Aún se me hace la boca agua.
Ya no tengo diez años -éste es obviamente un comentario retórico ;)
Y aunque me siguen pirrando los clásicos (lo sencillo sigue siendo imbatible), hoy os traigo un platillo volante pasado por el filtro de la saludable vida colesterólicamente higiénica de los adultos.
(Luego, cuando ni vosotros mismos miréis, tiráis pa’la cocina y os hacéis uno de pamplonés. Luego me escribís y me contáis. Y no valen palabras lujuriosas, aviso).
platillos volantes de lomo y alcachofas
{para cada platillo}
- medio filete de lomo dos colores
- una alcachofa
- una rebanada de queso de cabra de rulo
- una cucharada de queso Philadelphia
- un poco de mantequilla
- dos rebanadas de pan de molde
- sal y pimienta
Trocear los filetes de lomo en tiritas y pasarlos por una sartén con muy poco aceite y bien caliente. En un minuto estará listo. Recoger los jugos de la sartén contra los filetitos para que queden bien acaramelados.
Pelar las alcachofas dejándolas muy limpias y cortarlas primero por la mitad, y luego en secciones finas. Freírlas en aceite caliente pero sin que llegue a humear hasta que estén doradas. Pasar a papel absorbente y reservar.
Untar cada rebanada con una capa fina de mantequilla y poner cada una sobre una de las alas de la plancha. Untarlas por dentro con el queso Philadelphia.
Colocar sobre una de las dos, bien centrado, el relleno: unas tiritas de lomo, las alcachofas y la rebanada de queso de cabra.
Cerrar la plancha con un movimiento decidido.
Descartar los angulitos de pan que quedan fuera. Poner la plancha al fuego. Un minuto por cada cara. Abrir y comprobar el tono de bronceado. Ajustarlo al gusto.
Y ahora el broche final: volver a los 10 y verse un capítulo de «Se ha escrito un crimen» (porque «Marcus Welby» ya no lo echan) mientras se zampa uno el UFO en tres bocados y se pregunta por qué cojones no se ha hecho dos más, con la pereza que da ahora levantarse del sofá, redios.
Total, casi mejor que el Easy Living de Paul Desmond, amiguitos y amiguitas…
¡Felices Pascuas para todos! (sobre todo para los que vivís en los lugares de la pascua demorada y aún estáis en plenas vacaciones!)
El cacharro en cuestión, que es casi casi una réplica perfecta del de mi casa (en la caja dice que es una réplica americana del modelo de 1949, o sea que difícilmente será como el que teníamos nosotros, pero se le parece un montón), yo lo he comprado aquí: Toas-Tite Sandwich Grill
Si queréis buscar más modelos en más sitios, en inglés estas cosas se llaman «jaffle maker».
Cuqui: dónde consigo una plancha como esa? Es sólo para gas, verdad?
besossss
Hola primo! Si, es solo para gas. Al pie de la receta tienes el enlace para comprar la que he comprado yo, en Amazon, y puedes ver varios modelos mas. De segunda mano encontraras en Etsy, y como las de Amazon.com seguramente también encontraras en la tienda online de Williams Sonoma. La mía la verdad es que es una preciosidad, te la recomienda do, y en una semana la tienes en casa. Besazos!