crema de maíz
Con sólo pensar en olores, mi nariz se llena de aromas que despiertan dulces recuerdos de veranos antiguos y campos maduros a lo lejos.
Helen Keller
Pleno verano. Los campos de maíz están llenos de mazorcas coronadas por rubios y ensortijados mechones vegetales, largos como melenas. Hemos comprado mazorcas frescas en el mercado, tan bonitas, arrepretadas en su refugio verde que parece un cucurucho de delicado papel japonés.
Vienen a cenar amigos, y recuerdo que hace tirando a treinta años, uno de los primeros platos que aprendí en mi cocina blanca, vacía y enorme en Sevilla, fue esta crema de maíz.
Es una crema reconfortante y abrigadora, que te hace sentir arropada no importa cuánta humedad se escurra a chorro vivo por las paredes de tu casa… Recuerdo que la preparaba muchas veces, igual que un pudding de maíz y un pan de maíz al estilo americano cocido en maceta (¡limpia de tierra!).
El maíz tiene esa propiedad calmante sobre la nostalgia, vete a saber por qué, la misma que hace que los gallegos lejos de su casa echen a faltar a muerte su broa natal…
Así que arranco el bucle de la memoria y me pongo a prepararla con lo que recuerdo de ella… La verdad es que es tan sencilla que no necesitas ni ese ejercicio de memoria para terminarla… Y el mejor halago que se le puede hacer es que mi marido, que opina que esto del maíz es básicamente comida para gallinas, la ha encontrado «muy buena» (y se la ha zampado toda!).
Ahí va:
{para seis vasitos o cuatro raciones que hagan de primero}
- 4 latas de 200 gr de maíz (150 gr peso escurrido), o la misma cantidad de maíz fresco hervido hasta estar tierno
- medio-un vaso de caldo de verduras, según lo espesa que nos guste
- 2 cebollas grandes
- mantequilla para sofreír
- 250 gr nata para cocinar de textura espesa
Ponemos a pochar las cebollas picadas en un par de nueces de mantequilla.
Cuando están blandas y transparentes, añadimos el maíz, y seguimos sofriendo unos cinco minutos, hasta que el maíz junto a la mantequilla pierda líquido y gane una textura como de jarabe.
Añadimos el caldo de verduras, y lo dejamos cocer media hora.
Añadimos la nata, sal y pimienta al gusto, y lo pasamos por una batidora de brazo.
La textura que se puede conseguir es al gusto: yo la dejo tal como sale de la batidora de brazo, espesa e irregular, pero se puede utilizar una batidora más potente e incluso pasarla luego por un colador chino si se quiere llegar a una textura aterciopelada y ligera.
La podemos decorar con escamas de sal, pimienta de varios colores recién molida, granitos de maíz enteros y una ramita de tomillo.
Si es verano, tibia, y si es invierno, bien caliente, es una crema que sabe a casa y a cosecha madura, a felicidad sencilla y a preocupaciones aparcadas un rato largo.
¡Este año tengo que hacerla más!