calabacines amarillos
crema de calabacines amarillos para despedir el verano
{para dos raciones generosas}
- 3 calabacines amarillos, tersos y lavados
- 1 cebolla dulce grande, pelada y picada
- 1 cebolla morada, pulada y picada
- 1 guindilla fresca, lavada, picada y sin semillas
- 3 zanahorias, peladas y picadas
- 700 cc de caldo de verduras o ave o de agua
- pimienta molida
- un hilo de aceite de oliva
Mientras estábamos en la casa de Jérica en agosto, podíamos bajar cada día a la huerta a recolectar lo que estuviera en su punto para hacernos la comida.
Y una de las hortalizas más bonitas que estaban en cosecha eran los calabacines amarillos.
Había unos redonditos y otros alargados, de un intenso color solar, son sus preciosas flores de pétalos tan delicados como piel de recién nacido.
El último día que disfrutamos de la huerta, justo antes de ponernos a hacer las maletas, nos preparamos esta cremita simple y reconfortante, llena de la luz del verano tardío.
El procedimiento es el de siempre.
Picar toda la verdura y sofreírla, comenzando por la cebolla, luego la guindilla y las zanahorias y dejando los calabacines, más tiernos, para el final.
Reservar un par de cucharadas de las verduras cuando ya estén sofritas.
Añadir 700 cc de caldo de verduras o de ave, o simplemente agua, sobre las verduras.
Dejar cocer quince minutos desde que alcance el primer hervor. Comprobar el punto de sal.
Pasar por la batidora, insistiendo más o menos según la textura que queramos obtener. Si la queremos más líquida, aligerar con chorritos de caldo o agua hasta que queda a nuestro gusto.
Volver a probar. Matizar el punto de sal. Verter en cuencos. Añadir un poco de pimienta y una cucharadita de las verduras pochadas. Como ésta es tierra de extraordinarios aceites de oliva, y hemos estado comprando en la cooperativa del pueblo uno que nos encanta, Vivarium, la regaremos con un hilo de aceite. Y a disfrutar.
p.d.: quizá porque hacer maletas, ya sea para ir o para venir, siempre me pone nerviosa, me rebané un dedo con el cuchillo cortando zanahorias con tal euforia que casi me quedo sin yema.
Jérica a las dos de la tarde el sagrado día de la Asunción, el pobre R. haciendo la procesión interminable de la cola de la farmacia del pueblo y yo dando vueltas por la casa apretándome el dedo y con la mano «más alta que el corazón» para que me dejara de sangrar.
Pero nada, después del numerito acabamos la sopa (R. acabó de hacer la sopa, vaya), la metimos en la batidora alemana y atómica que tenía Anna encima del banco de la cocina, y que nada más darle el botón disparó la mitad de la crema a boleo y nos puso perdidos de sopa ardiendo a los dos, y acabamos comiendo a las cuatro de la tarde en bragas y calzoncillos con mi dedo envuelto en suturas quirúrgicas.
Debe ser una sopa con poderes, como el brebaje de Panorámix, porque a pesar de tanto descalabro, no se nos bajó el humor. ¡Y encima estaba riquísima!
Cada día te superas, cuando ya parece que has llegado al cenit en tus maravillosas descripciones y que es imposible poder relatar algo con más vida, más realismo, delicadeza y poesía, nos demuestras que estamos equivocados, que puedes llegar a más
Y así relato tras relato nos envuelves en una nube en la que leer es sentir.
No te canses continúa dándonos estos hermosos minutos y……… Cuidado con el entusiasmo a la hora de gisar que los cuchillos no distinguen entre calabacín y dedo. Besos
Qué razón tienes. Jodío el cuchillo. Ya lo dice R., no se puede trabajar con cuchillos poco afilados, una se pone a hacer fuerza, y pasa lo que pasa… Aún me duele ese dedo cuando corto! Gracias tiita, y que tengas un estupendo día de otoño!! (Con lo bonito que es el otoño ahí) (ains)