tellinas al limón
tellinas a la crema de limón
- tellinas para cuatro personas
- una cucharada de mantequilla
- crema espesa para cocinar (unos 200 ml, aunque eso depende de cuántas tellinas tengáis; hay que utilizar la intución!)
- unas ramas de tomillo o romero fresco
- el zumo de dos limones
- corteza de naranja o de limón confitada (la cantidad al gusto)
- una cebolla grande o un puerro
Colocar las tellinas en un cuenco y cubrirlas con agua. Retirar las que estén rotas o agrietadas.
Dejarlas un rato y después escurrir el agua con cuidado, procurando retirar los granos de arena que van liberando las tellinas. (Lo más fácil es inclinar el cuenco despacio con una mano sobre la pila mientras sujetas las tellinas con la otra, colocando el montón de tellinas que estás sujetando bajo un chorro muy fino de agua, que caiga sobre el fondo del cuenco, para que vaya arrastrando la arena).
Repetir este proceso dos o tres veces.
Colocar la mantequilla en una sartén amplia, picar muy fina la cebolla (o el puerro) y ponerla a pochar.
Cuando esté translúcida, antes de que tome color, añadir las tellinas a fuego vivo. Se abrirán en pocos minutos.
Verter sobre ellas la crema, aderezar con sal y pimienta. Dar unas cuantas vueltas. Añadir el zumo de limón, la corteza confitada picada y las hojas de tomillo (o romero) fresco.
Revisar las tellinas y deshechar las que no se hayan abierto.
Y listo! Dejar reducir cinco minutos más, y a la mesa con ellas…
No diréis que no es fácil… Y que no huelen a día de septiembre…
Feliz vuelta a casa, feliz semana a todos!
Sí! Soy la primera!
Lo primero de todo, las tellinas estaban maravillosas, ya sabes que yo soy una tellinera confesa y que este pato pues me hace delicias, a pesar de la extraña salsa que al prinicipio me hizo dudar.
Lo siguiente es que las fotos son cuquisimas… ¿Tengo que felicitar al fotógrafo o detecto aquí un ápice de modernismo y auto-foto-tuenti-de-mis-pies-veraniegos?
siempre es un placer saber un poco de ti, y descubrir como sorprendentemente a veces nos parecemos tanto.
Eso sí, después de la frase «Me gustan mis pies. Siempre que puedo los llevo descubiertos. Me hacen sentir silvestre, animal y sencilla.» no pienso volver a dejarte que me obligues a calzarme. Dicho queda.
Un beso,
N.
Jijiji, pues sí, mi fotógrafo era el ipad (es taaaan moooonooooo). ¿Y eso de un ápice de modernismo qué leches es? Tu mami es supermoderna (pero sólo para lo que vale la pena; eso del trending, ya sabes lo que opino yo de eso).
Me siento tan orgullosa y feliz de que te de gusto que nos parezcamos… PERO… (risita demoníaca Castle) voto a bríos que NO VAS A IR DESCALZA ESTE INVIERNO, aaaah noooooooo (jijiji)
Por favor que cosa tan rica unas tellinitas recién cogidas al limón. Estas cosas simples y esenciales no tienen rival en la gastronomía. Te superas día a día! Un abrazo
José Alberto, qué alegría oírte. Precisamente a ti. Qué gusto. ¡¡¡Tu prima se ha casaaaadoooo!!! Mola… Estaba reguapa y la boda más rústicamente extravagante, casi imposiblemente. Como debe ser!! Qué guai tener amigos como tú. Besazos.
Mi querida Fernanda,
cómo disfruto la lectura de tus textos, tan preciosos, tan poéticos, tan reales y, a la vez, tan oníricos, con la «recreación» de los vestigios que la memoria quiso dejarnos en el espacio nebuloso en el que reina…
Leyéndote, uno en mi mente pies y tellinas (coquinas, para mí). Y en mis recuerdos aparecen las imágenes de siendo niñas, divirtiéndonos en Punta Umbría (Huelva), en las inmensas playas de arena de duna, parándonos de vez en cuando en nuestro paseo revoltoso, para hacer hoyuelos en la arena con los pies descalzos y coger coquinas/tellinas, antes de que se escondieran rápidas, y que mi madre se comía crudas, ante nuestra cara de asombro.
Y recuerdo la casa que alquilábamos en los meses de julio, propiedad de una familia de pescadores, humildes y muy buena gente. Un verano la dueña, mujer de gran porte y resolución, le pidió a mi padre un favor: necesitaba que se le hicieran las mediciones de la propiedad para algún asunto del Ayuntamiento y mi padre, que por su profesión tenía conocimientos de topografía (yo le hacía muchas veces de ayudante en trabajos de campo, sujetándole inmensas reglas invertidas), le realizó el encargo. Cuando ella le preguntó qué pagarle, mi padre, que no pensaba pedirle dinero, le solicitó algo absolutamente genial, que flota en nuestra memoria de manera perenne: “un cubo de coquinas recién cogidas”, le dijo. “¿Coquinas, solo coquinas?”. Para nosotros eran oro, de tanto cómo nos gustaban y que únicamente probábamos cuando regresábamos a nuestros orígenes, cada julio, a veranear y ver a nuestra familia.
Un beso muy grande!!!
Ana! Sé que estás malita y muy dolorida, así que te agradezco doblemente este precioso comentario. ¿Estás un poco mejor? Qué historia más bonita, más evocadora, y con más carne, como suelo decir yo. Fantástica. Qué suerte tener todas esas historias en el propio morral, no? Adoro las leyendas de familia. Un abrazo muy fuerte a la espera de otro en vivo y en directo, preciosidad. Cuídate mucho (y toma mucha vitamina B).