granola con frutos rojos
Mi primer recuerdo del sabor de las frambuesas es de un hotel a orillas de un lago en Suiza, cuando tenía 13 años.
Cada mañana, al despertar y asomarme a la ventanas, el lago estaba cubierto de un velo espeso de nubes azuladas, el aire perlado de un vapor crujiente y frío.
Bajo las nubes, el agua estaba quieta y espejeaba con el resplandor quieto del mercurio.
Las orillas del lago estaban llenas de arbustos de boj cubiertos de rocío y de rosales silvestres con preciosas rosas caninas, pequeñas y perfumadas.
Era el final de agosto y entre las rosas brillaban, como adornos de Navidad, gruesos racimos rojos de escaramujo, que alimentarían a los pájaros cuando llegara la nieve.
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En el desayuno buffet del hotel, en una estancia caliente y confortable que miraba el frío detrás de los grandes ventanales que daban al lago, había queso Appenzeller y Vacherine.
Qué descubrimiento aquellos quesos profundos que rebosaban umami y te dejaban envuelta en la experiencia compleja y transportadora del sabor.
Y cuencos de frutas rojas, frambuesas, moras, arándanos, fresillas y grosellas para tomar con yogur y cereales. Era su temporada natural de cosecha y estaban deliciosas.
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Qué sorpresa, aquella dulzura perfumada de las frambuesas y el sabor delicadísimo y rutilante de las fresitas del bosque.
Ahora se encuentran frambuesas en todo tiempo en los supermercados de cadena. Ésa es una de las cosas que siento como lujo, y las compro prácticamente todo el año como «ración» de «comida que me ayuda» porque están cargadas de antioxidantes y otras cosas buenas.
No tienen, salvo alguna vez, aquel sabor maravilloso, redondo como una rosa, profundamente dulce y equilibrado con una nota ácida bajo una textura de terciopelo.
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Como también sucedía con las fresas, las que compro ahora son grandes, regulares y perfectas, pero la mayoría han perdido su capacidad de conmover: el sabor.
Las como igual, y casi cada día, aunque no sean como aquellas, pero también cada vez que muerdo una añoro aquella experiencia de deslumbramiento, y cuando alguna cajita de las de ahora se le acerca, le hace un guiño, sonrío de oreja a oreja y siento las burbujitas de la felicidad ascender dentro de mi y hacer plop plop al llegar a los labios…
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· para hacer la granola casera y guardarla en un bote hermético:
- 4 tazas (cups) de copos de avena, o una mezcla de copos y cereales hinchados a tu gusto
- 1 taza de almendras, enteras, partidas o en láminas, o de una combinación de frutos secos a tu gusto: avellanas, nueves, anacardos, nueces de macadamia…
- 2 cucharadas de semillas de chía o de amapola o una combinación que incluya otras: nigella, hinojo, sésamo, lino.
- 2 cucharaditas de canela molida
- 1/2 cucharadita de nuez moscada rallada
- 1/2 cucharadita de sal
- 1/2 taza de aceite de coco (si está solidificado, calentarlo para que se disuelva y medirlo entonces)
- 1/3 de taza de miel, de sirope de arce, de ágave, o si que quiere controlar la carga glucémica, de arroz
- 1 cucharadita de extracto de vainilla (si te gusta)
- si te gusta, 1 /2 taza de coco laminado o rallado
- si te gusta, 1/2 taza de fruta deshidratada al gusto: pasas, arándanos, grosellas, fresas, piña, corteza de naranja, albaricoques, higos, plátano, frambuesas, jengibre…
- si te gusta, un buen chocolate rallado o troceado
Es muy fácil de preparar y tiene de bueno que puedes controlar la calidad de lo que comes, eligiendo el proveedor de cada ingrediente de la mezcla y variando las proporciones hasta conseguir la mezcla perfecta para ti.
La cosa consiste en mezclar los cereales con algo que los amalgame y los convierta en una masa horneable, y algo que les dé dulzor y se dore sobre ellos en el horno: un aceite vegetal y un jarabe dulce. Después, ya horneados, les añadimos otros ingredientes que la alegran y la enriquecen nutricionalmente a nuestro gusto.
Colocar en un cuenco amplio todos los cereales con los frutos secos y las semillas, la sal, las esencias, las especias y los líquidos.
Mezclar bien.
Transferir a una bandeja de horno protegida con una hoja de papel de hornear. Alisar un poco la capa y hornera 10 minutos en horno precalentado a 175º.
A los 10 minutos, remover, volver a alisar y dejar 10 minutos más.
Transcurridos los 10 minutos (llevaremos 20 minutos de cocción), añadir el coco rallado, mover y hornear 5 minutos más. Conseguiremos un tono suavemente dorado.
Sacar del horno y colocar la bandeja sobre una rejilla para que se enfríe. Dejar reposar un rato, hasta que alcance la temperatura ambiente, sin moverla, para que se formen grumos de cereales, que luego puedes trocear o dejar enteros si te gusta disfrutar de una textura más crujiente.
Cuando esté frío, romper la plancha con las manos en los trozos que uno prefiera y añadir la fruta y/o el chocolate.
Guardar en tarros herméticos, hasta un mes.
Y luego nos la comemos sola, con fruta fresca, con queso fresco o requesón, con yogur, con kéfir, con puré de fruta, con compota, con un batido espeso, con manteca de frutos secos…
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· para el cuenco de este desayuno:
- un puñado de moras
- un puñado de frambuesas
- dos puñados de granola
- polen
- semillas de chía
- bayas de goji
- dos cucharadas de miel o de jarabe vegetal (ágave, arroz, arce)
Y a empezar el día con alegría y propósito, y nuestras reservas de energía limpia y saludable bien surtidas…
Hola Fernanda,
(…)
… hay cosas que comemos sólo porque recordamos haberlas comido; porque queremos alcanzar nuestro recuerdo. Ninguna fresa sabe como las de nuestra infancia. No hay sabor como el de la propia infancia.
Besos. (…) (…)
Jose
Como decía Ana María Matute… «quizá la infancia es más larga que la vida…» …besos!!