aurora
· aurora ·
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Los últimos días de agosto, temprano.
Ya no me despierta la luz del sol.
El sol efervescente y bullicioso que irrumpía en mitad del último sueño, avanzando sobre la madera del suelo, coloreándola de dorado.
No, ese sol ya es pasado.
Ahora, cuando suena el despertador, la habitación está fresca y el mundo callado.
Los pájaros aún no pían, hay un velo de apaciguamiento sobre el mundo.
El lino suave de las cortinas se ondula con la brisa húmeda del día primigenio, pálido y enlentecido.
Una niebla liviana disuelve y confunde los contornos de las cosas, gasas de sueño flotan sobre las calles.
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La luz que precede al amanecer. Luz vacilante de lo que aún no está hecho, la luz de antes de la luz.
Luz bañada en quietud y silencio, luz del presentimiento de las cosas.
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Bajo el lanudo colchón del firmamento, mullido como pan blando, el mundo está durmiendo un sueño mágico.
Un sueño de miles de años dividido en noches, noches segregadas del día como un charco de luz pone fronteras a la sombra. Noches como billetes para viajes fantásticos, derivas, vagabundeos silenciosos que se enredan en la nana nocturna que cantan las estrellas.
Cerrado sobre sí mismo como un capullo lívido, el cielo arrulla al mundo.
Una neblina nutricia le aquieta los párpados, cuida los sueños de todos los durmientes.
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Y de repente
como un aliento de campiña
el aire se aligera, se difumina, se rellena de luz adivinada.
Un rubor de coral se esparce sobre el horizonte y redondea el cielo.
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Como si hubieran escuchado un conjuro, los engranajes del mundo se desperezan,
se estiran
caracolean
invaden la bóveda celeste con sonidos de campanas, pájaros y grillos
traspasan la sustancia del cielo como serpentinas
se derraman
ascienden…
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La aurora vuelve a calentar la piel del mundo con sus besos rosados, lo despierta con hormigueos, susurros y gorjeos…
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Alborada.
Qué hermosa palabra.
Alborada que da la bienvenida a mi día, el día de hoy, un corazón que comienza a palpitar como el de un recién nacido.
Dispuesto para mí, como un mantel echado sobre la hierba en el que ir disponiendo una comida, antes de que nadie llegue…
Ven aurora, ven. Bésame.
Quiero que me beses, que dejes tu rastro de lozanía sobre mi piel, que soples dentro de mí tu aliento de campanilla, que me alborotes el pelo.
Que me mantengas un momento templada y a salvo entre tus manos mágicas, y que luego vuelvas a dejarme sobre el mundo, barnizada de tu aliento rosado, envuelta en el hechizo de tu arrullo, que dice…
…te regalo un día más, bondad mía, te regalo un día mas…
Es tuyo y para ti…
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Parece poca cosa mi regalo, y sin embargo, es todo cuanto existe…
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Y mientras todo esto se cocinaba a fuego lento, esto otro es lo que hemos comido esta semana: crema de tomates asados.