els tonets
Antón, Neus, Javi, Antoni.
Els Tonets, una familia grande con dos ramas, donde predominan los que se llaman Antoni y los que llevan el apellido Mir.
27 años llevan los Tonets al frente de esta parada, que empezó haciendo bunyols de carabassa y de figa cuando el anterior regente del puesto se marchó y se lo ofreció a Antón, un puesto adjunto a un bar, que entonces aún tenía sus paredes portátiles hechas de cañizo.
Desde 1988.
Sólo los cinco días de las fiestas de Fallas.
27 años vendiendo buñuelos con blusón, chaleco de seda bordada y la redecilla fallera en la cabeza.
Y mucho aguante.
El primer año Antón, con su mujer Neus y con Pepa, la amiga de Bétera que les prestó los lebrillos y el cántaro que aún gastan, y que murió el año siguiente de una meningitis.
Al año siguiente una nueva composición: Antón, Neus, su hermano, Lola, Fina.
Y poco a poco, los hijos.
Javi, que acaba de hacer 30. Antoni, que tiene 20. Y Ramón, 10 añitos, que este año corre su primera faena.
Hijos de los unos y de los otros.
Nicolás, otro hermano que vive en Santa Pola, que se encarga de traerles la carne de calabaza orgánica cocida en casa y lista para pastarla.
El año que nació Ramón, Neus tuvo que faltar a la cita, y otro año trabajó bien embarazada… porque en estos trabajos uno la vida personal la lleva puesta.
Dicen Neus y Javi que cada año cuando vuelven traen el mismo gusanillo aprensivo en el cuerpo, ¡360 días sin hacer buñuelos!, ¿me acordaré de cómo se hacían?
Neus dice que cada año lo pasa peor, que los nervios se la comen los días antes de volver a abrir, y que los 5 días de Fallas les cuestan de trabajo un mes antes y un mes después. «Menos mal que vivimos en el campo y que se puede hacer que durante un par de meses la casa sea como una extensión de la parada, con todo por el medio.»
Pero luego se ponen y sí se acuerdan de cómo se hacen los buñuelos, vaya si se acuerdan.
Casi treinta años dan para muchas anécdotas en este barrio. Los 80, los años de la heroína y aquella consunción lenta del barrio, el año que les robaron el cántaro y los higos. Los propios vecinos lo encontraron después y se lo devolvieron, badado pero no roto. Se estiman tanto el cántaro que no han vuelto a traerlo por si se termina de romper. Aunque este año la idea les rondó, les hubiera gustado volver a traerlo, «con la suerte que nos ha dado ese cántaro…»
Ahí están aún los otros lebrillos originales, preciosos, enormes, esmaltados con los verdes brillantes y cremosos del óxido de cobre, el cromo y el potasio, uno de ellos lañado, «porque entonces las cosas no se tiraban como ahora, las cosas se arreglaban y seguían en buen uso…»
Después de los días de preparativos limpiando todos los instrumentos, los lebrillos, los paneles que forman el puesto, y montándolo, llega la hora de la verdad, y comienza a acercarse la gente en la parada. Primero, la gente de la falla y del barrio, este barrio que aún es una especie de pueblo dentro de una ciudad.
Después, la gente que se sienta en la terraza de El Dorito, el bar que tiene detrás, y que sustituye a aquel otro de hace 27 años.
Y después, todo dios que anda por el barrio de visita, atraído por esa variedad de buñuelos de higos secos, deliciosa y con sabor antiguo, que ya casi nadie hace en la ciudad. Higos pajareros que van buscando hasta que encuentran el que mejor se adapta a la fritura, el que después de frito queda tan meloso como mermelada.
Neus pasta la masa varias veces al día en el lebrillo más grande: deshace la carne de calabaza en agua caliente («bastante caliente porque la calabaza la entibia, al final no puede estar muy caliente porque estropearía la levadura…» trabajándola con los dedos, añade a ojo levadura fresca, la vuelve a deshacer, y va añadiendo harina hasta que la masa coge el punto. Amasa a mano con una energía que da gusto ver, hasta que la masa cambia, se liga y comienza a levar a ojos vistas. La abre entre las manos, y según la textura de la cortina que cae entre los dedos, sabe si está lista.
Todos los buñuelos, tanto los de higo como los de calabaza, salen de la misma masa.
No hay dos lebrillos iguales.
Cada uno sale de su padre y de su madre, unos suben más, otros menos, nunca saben exactamente cómo saldrá ni porqué, todo influye, el calor, la humedad, la hora del día, las proporciones finales, que siempre se deciden a ojo… «Pero todas salen buenas».
Y cuando le preguntas a Neus por qué hacen eso, por qué rompen su rutina de cada día para volver a esto cinco días al año, un año tras otro, después de quedarse un momento pensando, te dice que es porque es un trabajo que te hace sentir muy recompensada.
Neus, que se formó en diseño, en ilustración, que trabaja en integración social.
Que el resto del año pertenece a un mundo que no tiene nada que ver con éste.
Igual que le pasa al resto de la familia.
Que es por la gente, por la gente que te recibe, que espera que vuelvas, que viene a buscarte, que se alegra de volver a verte, de volver a llevarse tus buñuelos.
Que es como una especie de cita que tienen cada año con este barrio que han visto hacerse, 30 años de barrio.
Una cita con los vecinos y los amigos, porque después de tantos años ya se tienen amigos aquí, pero también con el pasado, con la historia propia, con las raíces.
Dice que es un trabajo que realizas dentro de un barrio, y que allí ella ha visto de todo. Ha dado de desayunar a quien no podía, ha escuchado toda clase de historias en las horas tranquilas de la parada… se ha hecho testigo de la evolución del barrio.
Como uno que mirara crecer a sus hijos. Dice que cada año lo apunta todo, todo lo que pasa con la gente que viene a la parada, todas las anécdotas y las historias bonitas, y que algún día hará algo con todo eso…
También para nosotros, los que llevamos varias decenas de años viviendo aquí, ellos forman parte de nuestro paisaje sensible, nuestro paisaje emotivo, de la historia que somos, la que hemos compartido juntos.
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Y ahora dejemos que las imágenes hablen por sí mismas. Os presentamos nuestra buñolería preferida, la parada de bunyols de la calle San Dionisio, els Tonets, ahora ya entregados a la faena y totalmente con las manos en la masa.
La masa levada y lista para empezar a formar los buñuelos.
Javi formando. Primero, los de calabaza con su agujerito:
Luego, los de figa:
Neus pastando la masa en el lebrillo:
¿Habéis venido a ver las Fallas? ¿Pues qué tal una escapada a la parada de bunyols de la calle San Dionisio, en el corazón del barrio del Carmen, a probar los mejores bunyols de figa de la ciudad?
Bones Festes.
Felices Fiestas para todos.
(Y a los que estáis contando los días para que se acaben, que Dios os dé buen conformar, como decía mi abuela la torrentina).
Y si queréis una receta doméstica para hacer buñuelos de calabaza en casa, aquí tenéis la mía.
Ay, ay, ay, esto no se puede resistir!!!!!!! yo quiero aunque solo sea uno…….. Madre mía que tarde me vas a hacer pasar pensando en esos buñuelos!!!!!!!!.
Tendré que pensar en la abuela Lola y….» Que Dios me de buen conformar».
Y….. que fotos son de !premio! Ellos trabajando y vosotros fotografiando….. Increíble. Sois unos artistas, y ha distintos niveles, también al «humano» eso no lo consigue cualquiera.
Como vosotros si los vais a comer !que aproveche!. Y que sean buenos los dos días que quedan de Fallas! Besos
JAJAJAJAJAJA!!! Pues seré mala y te diré que están tan buenos como pintan. Ayer tuvimos reunión de trapatroles y cayó su litro y medio de chocolate mojados en docena y media de calabaza, una docena de normalos y media docena de figa. Dejamos la bandera bien alta. Cuando uno se pone a hacer las cosas, hay que hacerlas bien! Muchos besos (pringosos de azúcar)!!
No me lo puedo creer Fer…!!!!!!
Estaba leyendo la historia dels Tonets y cuando llego a la parte en la que cuentas que Neus se formo en diseño e ilustración doy un respingo, pero cuando me pongo a ver las fotos y la veo a ella… Que fuerte Fer, estudiamos juntos. Somos de la misma promoción. También venia su hermano, creo que gemelo, que se llamaba Toni.
30 años y yo ni idea, «mare meua». Eran los años ochenta, las escuelas de Artes Aplicadas no las conocía nadie, bueno, empezaba aquello de » estudias o diseñas «. Eramos cuatro gatos y nos conocíamos todos.
Que alegría me has dado. Está noche me paso por el puesto i me compro «uns bons bunyols de carabassa» y la saludo.
Besosssssssssssssssss !!!!
Jope Rafa, yo sí que no me lo puedo creer. Qué buena sensación, propiciar estos «reencuentros». Tú no te andas con chiquitas, cuando me escribes, suele ser para algo grande. Me acuerdo de aquel otro comentario para las pilotes de frare… Qué bueno que eres Rafita. Me encantas. Espero que la Neus se alegrara un montón de volver a verte. Mil besos.
Qué festivo todo¡¡¡ los buñuelos ,me encantan, me hacen recordar las meriendas en casa de mis vecinos,padres y 6 hijos, su madre nos hacia ese tipo de buñuelos ,los sábados después de ver sesión de tarde, en la tele en blanco y negro¡¡
Buen trabajo, amor y vocación de esta familia.
Historia y fotos de profesionales¡¡
Gracias por compartir estas cosas de la vida misma.