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Escrito por el Abr 10, 2018 en desayunos de domingo | 0 comentarios| etiquetas: chía, desayunar con fruta, desayunos, fresas, polen, reverdece, yogur

desayunar con fruta: marzo

Ya se ha ido el lúgubre y mortecino invierno,
Y alientan las brisas del dulce oeste…

R. Tannanhill

Si en febrero la llegada de la primavera está anunciada en lo invisible, como el hormigueo de mariposas que queda en el estómago cuando se espera una visita deseada que ya tiene fecha, marzo es el mes en que la primavera coloca sus piecitos sobre la tierra.

A menudo, como este año, marzo es el ribete entre estaciones: mucho en él pertenece al frío y no es aún el momento en el que la primavera ahueca sus plumas y se derrama sobre la tierra.

No, todo es más discreto: las señales están por todas partes pero hay que descubrirlas.

La primavera se anuncia con pequeñas palabras verdes: savia que hincha las yemas, capullos que clarean y se sonrosan, amentos columpiándose en el viento que aún puede ser áspero y severo, árboles cuajados de cápsulas de polen que pronto se abrirán y se derramarán en el cuenco de las brisas como regueros de perfume.

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En marzo el monte huele a hombre. Abril y mayo son meses femeninos pero marzo es un mes que huele a hombre: a verde, a savia, a madera mojada, a musgo estrellado, a canela de monte, a la trementina del lentisco, el astrágalo y la savia cristalina que chorrea en las cortezas de los pinos, que parecen mapas punteados con tachuelas de ámbar.

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Sigue el estallido de las aulagas y retamas, encendidas en medio del monte bajo como fanales extraordinarios.

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Y es el momento mágico en que el romero florece: en nuestros montes mediteráneos, el sotobosque aromático, que se extiende bajo las pinadas como alfombras que no se acaban, florece de golpe, como una efervescencia de espuma azul.

 

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Y bajo las copas de los árboles, de un día para otro, comienza a flotar un hervor azul, un vapor irreal, tintineante, un aura fragante y delicada que invita a frotarse los ojos de sorpresa. Andas sobre las matas, sorteándolas apenas. El azul es un color extraño dentro del bosque y andar rodeada de azul produce un deslumbramiento óptico que hipnotiza: azul aciano, azul cobalto, azul violeta, azul bebé.

La ramas crujen y el perfume agreste, picante y resinoso, sazona lo que somos por dentro con un clima de pureza excitante, mojándonos con una caricia áspera que nos eriza la piel y todos los sentidos, de repente despiertos y deseosos de recibir más.

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Bajo los olivos, entre las alfombras blancas de rabanillo y de margaritas, se asoman amapolas sanguíneas y varitas de muscari, brillando como trocitos de cristal azul cobalto.

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Sobre los pinos, asoman, aún cofres cerrados, conos de polen, arracimados y castaños. En abril se desplegarán como capullos y esparcirán al viento su secreto lenguaje amarillo.

Y bajo ellos, entre el mantillo de pinocha, asoman, tiernas y jugosas, las corolas fantasiosas del eléboro y la lechetrezna.

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El corazón de marzo es frío, aún es un mes de manta y abrigo, de jersey de lana gruesa, de sentir el frío esponjado en as mejillas.

Las mejores naranjas se acabarán pronto. Aún tenemos mandarinas, kiwis y caquis. Plátanos, peras de invierno y manzanas dulces.

Y llegan las primeras fresas.

Aquí, en esta ciudad, cuando yo era pequeña, marzo era el mes en que aparecían las fresas, que se vendían extendidas sobre grandes bandejas de mimbre trenzado, acompañadas de cubas de frío hechas de madera donde se conservaba la nata montada.

Y te llevabas a casa una bandejita de cartón blanco protegida por papel encerado donde depositaban con cuidado dos grandes cucharones de esa maravillosa nata montada, espesa, cremosa, llena de cuerpo y blanquísima, y otra cajita de fresas, que aún eran fresas, no fresón de invernadero, y que olían a gloría y paraíso.

Ahora ya no se encuentran esas fresas fragantes y cuajadas de dulzor.

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Los fresones son preciosos y de unos tamaños sorprendentes, pero el precio de esa perfección es que han perdido la potencia del sabor y del aroma. Ahora raramente te regalan ese chapuzón de placer que llevaban consigo aquellas fresas perfumadas.

Este año he tenido suerte y he encontrado en el mercado unas fresas (fresas, no fresón) de Almería, que me han recordado mucho a aquellas.

Así que este mes un desayuno con fresas de marzo, y el deseo de poder seguir encontrando fresas maravillosas de las que te aturden y te hacen completamente feliz por un ratito con su sabor a plena primavera.

  • un puñado de fresas
  • un puñado de frambuesas
  • 3 cucharadas de chía hidratadas durante la noche en un 9 cucharadas de leche vegetal
  • 1 cucharada de polen
  • 1 cucharada de miel de azahar o de una miel suave y floral
  • un lecho de cereales al gusto (los míos, copos de maíz hinchados, Krunchy de coco, copos de quinoa hinchados)
  • yogur griego

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Un desayuno que aporta la energía lenta y potente de la chía, la grasa saludable y los fermentos del yogur, y las vitaminas y antioxidantes de las frutas rojas, más los superpoderes del polen.

Y un buen cucharón de resplandeciente belleza primaveral.

Desayunar belleza: no olvidéis eso.

No sólo comemos vegetales. También necesitamos alimentarnos de belleza.

Feliz día a todos.

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