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Escrito por el May 27, 2013 en liturgia de las horas | 0 comentarios| etiquetas: abuela Marita, construir la propia vida, genealogia íntima, hacerse mayor, ilusiones, la historia familiar, lazos familiares, pureza

un cóctel, por favor

Tengo los dedos de la mano izquierda como los de mi padre, que a su vez los tiene como los tenía su madre. El ojo Charlie* también es de mi padre, y su catálogo de influencias no acaba aquí, no: meto los pies hacia dentro al andar y me paro en jarras como él, y tengo la misma risa floja. En realidad, debe haber cuarta y mitad de cosas más, porque una vez se me acercó un desconocido en el autobús y mientras yo le miraba como si fuera extraterrestre me preguntó si era hija de mi padre…

casi dos años en el mar064

En cuanto cojo unos kilillos tengo la papada de mi abuela Marita, y sus manchas pelirrojas en las manos. Tengo lunares compartidos con mi madre, y tengo sus labios (aunque la sonrisa es de mi padre). Tengo una nariz dominante que es una mezcla de los dos, y cuanto más mayor me hago, más me parezco a una mezcla desigual y cambiante de ambos.

Tengo la habilidad para las cosas manuales de mi abuela Lola y de mi padre, el gusto por las cosas de la casa de mi tía Elisa y la afición por la cocina y por las plantas de mi abuela Marita. También tengo su carácter sosegado.

leyendo

 

Mi cadera y mis piernas, sin embargo, no sé de quién son. (¿Quién sabe si serán solo mías? Bueno, ahora ya no son solo mías, ahora son el principio de una cadena que continúa mi nena, que es igual que yo.)

Comparto la mandíbula con mi prima Eva y la mata de pelo negro en todo el cuerpo es de mi padre, igual que el tono de mis ojos.

5 años061

Cuando era muy joven y estábamos algún domingo en Castellón en casa de mi abuela Marita, me gustaba mirarme en el espejo del recibidor, con la cara casi pegada a él, mientras los ojos recibían la luz del quinqué eléctrico con pantalla de cristal esmerilado que había sobre el velador de mármol. Bajo ese foco de luz cálida e intensa, los iris de mis ojos revelaban todos sus filamentos de color. Ya no eran sólo esos ojos apacibles, a menudo tímidos, del día a día.

los tres en beni 1971059

Observarlos con tanto detalle me hacía pensar en de dónde había salido el resto de mí, cuáles eran los ingredientes y las proporciones de esa especie de cóctel que somos todos.

Estoy pensando que aquellas irisaciones y motas de color son la imagen simbólica de aquello que es particularmente mio. He metido todas esas cosas que he heredado de unos y de otros en una coctelera, las he agitado bien, y de alguna manera, el cóctel que he mezclado estaba ya cifrado en aquellos ojos llenos de filamentos inesperados.

Por encima de aquellos colores de mis ojos de los 15 años vendrían después las transformaciones de la experiencia.

Como cantos rodados que se van puliendo con el roce de las cosas que encuentran y cambiando de forma, nos vamos transformando. Al cóctel inicial se le añaden gotas de cosas, a menudo de cosas muy singulares. Y también se le evaporan otras. Antes o después también hay que añadirle el sabor del abatimiento y la renuncia, y el del cinismo con el que a menudo nos protegemos de ellos.

Ojos 8

Uno de estos días de larga celebración de mi 50 cumpleaños, tropecé en un mail cultural con estas líneas:

«El amor es contrabando en el Infierno,

porque el amor es un ácido que corroe los barrotes

Pero tú, yo y mañana vamos de la mano

y hacemos voto de que la lucha se multiplicará

La sierra tiene dos filos

La escopeta tiene dos cañones

Estamos embarazados de libertad

Somos una conspiración.”

Assata Shakur

Yo estaba estupendamente, estaba en Pirineos y cada día era fiesta.

Sin embargo, leí aquello y se me llenaron los ojos de lágrimas.

Y eran lágrimas de nostalgia.

Lo más difícil no es cumplir cincuenta años con un cuerpo de treinta. Eso estaría muy bien, pero como acrobacia no tiene color con la dificultad de conservar la pureza, de mantener el espíritu ardiente y la ilusión por construirnos que tuvimos cuando en algún momento, siendo jóvenes, nos vimos reflejados en un espejo como aquel mío y nos reconocimos, y nos dijimos en voz baja: espérame que voy.

Lo más difícil es no convertir esa imagen que se veía en el espejo en uno más de los cromos en los que disecamos el pasado.

Seguir cambiando con cada década.

Seguir trastocándolo todo, seguir excavando más hondo.

Seguir afinando el oído buscando el latido genuino de nuestro corazón, buscando acercar esa partitura que escribe nuestro cuerpo al vivir en el mundo a la que oímos en nuestro interior, ésa que suena como nosotros intuimos que podemos ser y que es solamente nuestra.

Mantener viva la conspiración que somos.

Hoy, para empezar nueva década con energía solar, una ensalada de primavera que es un surtidor de sabor y una explosión de vitaminas, y que se prepara en menos de 10 minutos!

*ojo Charlie es como llama una amiga de mi hijo a lo de tener un ojo un poco más grande que el otro…

Fotografías en blanco y negro, José Luis Medina

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