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Escrito por el Ene 8, 2018 en liturgia de las horas | 0 comentarios| etiquetas: hacer la Navidad, ilusiones, inocencia, magia, Navidad, noche de Reyes, Reyes Magos

mensajeros mágicos

· mensajeros mágicos ·

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Cuando eres pequeño, la noche de Reyes va de magia. Gran Magia Blanca.

Aquello que supera por completo tu capacidad de entendimiento va a suceder. Y va a suceder seguro.
Está anunciado.
Esta noche vas a entrar en otra dimensión, vas a encontrarte con lo fantástico, lo misterioso, con embajadores de otro mundo que van a venir a visitarte cargados de secretos.

Esa visita, ese viaje en medio de la noche de Epifanía, cuando eres pequeño significa que dentro del mundo hay un ancho lugar amable, un lugar de bondad en el que se puede confiar, donde lo maravilloso ocurre y nos rescata de todo lo demás.
Donde al final se sale airoso y con dicha de todas las pruebas de la vida.

La semilla que enciende en los niños es la misma que encienden los cuentos maravillosos.
Es la alegría del «nunca estaré solo»: los grandes poderes celestes están de mi parte, hay una luz en el mundo capaz de iluminar todas las sombras por las que hay que atravesar. Y algunas noches mandan mensajeros mágicos a visitarme para que no se me olvide.

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Cuando eres mayor, si has conseguido crecer sin que la amargura encuentre espacio en ti y aún conservas intacta la delicada piel de la inocencia y el asombro, la noche de Reyes sigue yendo de magia.

A veces eres tú el Rey Mago. Es una gran responsabilidad.
Es un trabajo de sabios, debes abrillantar con cuidado tu mirada de rayos X para hacerlo bien.

Y otras veces, algunos años de tu vida tienes cerca a alguien que habla de nacimiento el lenguaje de los Reyes Magos, igual que Harry Potter hablaba pársel.

Alguien sensible a esa clase de magia.

Alguien que no hace regalos porque es el día, porque hay que hacerlo, porque es lo que se espera.
Sino porque quiere decirte algo con eso.

Entonces, de nuevo la mañana de Reyes va de abrir un regalo que alguien ha escogido amorosamente para ti.
Igual que los Reyes Magos de la infancia, que habían leído nuestras cartas con todo detenimiento y habían buscado nuestros deseos en todos los talleres fabulosos del cielo.

Lo ha estado pensando, buscando, ese regalo. A veces lo ha estado construyendo, cosiendo, cocinando.
Te ha estado recordando, constelando, conjurando.

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El desbordamiento de amor que encierra ese paquetito hace que vuelvas a sentirte como un niño: en arrobo, con las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes, como aventado de nieve resplandeciente en medio de un día frío.

Y así, la mañana de Reyes vuelve a ir de sentirse pensado y respondido. Deseado. Amado.

Va de desatar cintas que alguien ha escogido y anudado amorosamente, solo para nosotros.

Vuelve a decirnos: tus deseos son importantes. Tú eres importante.

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Ese regalo mágico nos dice lo mismo que le decía la visita de los Reyes Magos a los niños: el mundo puede ser un lugar amable, donde el amor habita, donde el amor consigue abrirse paso y germinar, donde la magia existe y siempre tiene la última palabra.

Significa que el viaje del héroe, aunque sea difícil y esté lleno de pruebas, llegará a un puerto venturoso.

Significa que alguien nos ha colocado un colchoncito de rescoldo de brasas bajo el corazón.

 

Así que cuando eres mayor, muchas veces la noche de Reyes sigue yendo de magia.

Gran Magia Blanca.

¿A que sí?

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 Y mientras todo esto se cocinaba a fuego lento, esto otro es lo que hemos comido esta semana: Christmas Fruit Cake.

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