señales del otoño
La sorpresa de la primera mañana que lleva nombre de otoño.
Cuando sales del dormitorio al aire de la casa, que ha dormido con los balcones abiertos, esta más frío que la piel. La piel tocada por una lámina de agua fría. Qué sorpresa.
Fresco. Esa es la primera sensación. Inesperada. Incongruente con el calor de ayer. Te paras un segundo y abres bien los ojos. Olfateas el aire. Miras el cielo. Buscas las señales.
Tampoco la luz es la de ayer.
La sombra ha ganado una anchura de agua. Se diría que un curso acuoso envuelve la casa y un destilado de humedad fresca levanta paredes porosas a su alrededor.
Miras al cielo y se han ido los alocados verdiazules del cielo de verano, se ha diluido ese brillo blanco que deslumbra y quema.
La luz del mundo ha bajado de vatios y se ha traído de la mano el glorioso azul topacio del otoño.
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El sol ha soltado su relumbre y de nuevo ha revelado el mundo, devolviéndole toda su lujuriosa nitidez.
En el claro silencio de la mañana todo está envuelto de un brillo cristalino que da densidad a las cosas: brotan chispas líquidas de cada barandilla, azulejo, cristal de ventana, hoja de palmera.
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Latiendo por debajo del topacio y del cristal, hay una blanda luz de almíbar.
Sopla viento noroeste, uno de los señores del otoño. El noroeste es un viento espléndido de espíritu cimbreante: guarda dentro una vibración apreciable que transmite excitación a todo lo que toca.
Bajo sus manos con conjuro, el mundo titila y se magnetiza, grávido de una excitación que no sabemos definir pero que nos ensancha el corazón.
Cada pedazo de paisaje que miramos gana un relieve nuevo, una cadencia rumorosa. Como tocadas por una chispa mágica, cada cosa y criatura están recuperando una oscilante, magnífica, reposada presencia.
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El cielo vaporoso del verano se ha vuelto esférico y ha recobrado su sólida altura celeste.
Alto cielo de nuevo hospitalario, morada de ángeles y aves, vuelos extáticos que no siempre necesitan alas. Plenitud que tiene un algo de divina, ceñida por una esfera azul.
Misteriosos dibujos astrales trazan sus órbitas detrás de las nubes.
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Porque el otoño es redondo y esta lleno de jugo, fruto dulce, perfume completo.
El esplendor de la flor ha transformado su zumo en un pequeño milagro, carnal ciruela del otoño en la que bajo la cúpula cobriza de los árboles, madura el mundo entero.
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Señales del otoño: corazón de topacio, lienzo de cosecha, gloria y majestad.
· SED FELICES ·
Como siempre, me conmueves hasta mis cimientos con tus escogidas palabras. El otoño… mi estación preferida desde siempre!
Mi querida Ana, alegría de oírte. No sabía que el otoño era tu estación preferida, pero ahora que lo sé y pienso en ello, era sencillo adivinarlo. Cada mujer tiene un carácter estacional, por así decirlo, y el tuyo es el otoño maduro, avanzado, o esa es la impresión que me da a mí. Espero que en este año de marcianos estés peleando por encontrarte bien, cubierta con las pequeñas cosas trascendentes que nos gustan, y esperanzada de reencontrarte pronto con las que tenemos en compás de espera. Te mando un gran gran gran abrazo!!!