cabellera de Berenice
Estaba yo recién cortada y mis hermanas me lloraban cuando, de pronto, con un rápido batir de alas, el dulce soplo del céfiro me lleva a través de las nubes del éter y me deposita en el venerable seno de la divina noche Cypris. Y a fin de que yo, la hermosa melena de Berenice, apareciese fija en el cielo brillando para los humanos en medio de innumerables astros, Cypris me colocó, como nueva estrella, en el antiguo coro de los astros.
Calímaco de Cirene (310-240 a. C.) La cabellera de Berenice
Berenice era la esposa de un rey egipcio. El rey estuvo largo tiempo embarcado en campañas de conquista, y su mujer, que era bellísima y tenía una cabellera que hacía soñar a cada hombre que la veía, padecía de angustia cada noche imaginando que su marido no pudiera regresar vivo junto a ella.
Una mañana, finalmente se decidió y marchó hacia el templo de una poderosa deidad protectora del amor, Afrodita, una diosa extranjera. Partió hacia su templo, y en la intimidad de su altar, le prometió que si permitía que su marido regresara sano y salvo le ofrecería su radiante cabellera.
Su marido regresó sano y salvo, y ese mismo día, Berenice volvió al templo, se cortó la maravillosa melena y la dejó sobre el altar.
Sin embargo, cuando avanzó la noche, alguien profanó el templo y la ofrenda fue robada. Corrieron los rumores de que había sido un alto sacerdote del templo de Serapis, enojado porque la Reina hubiera confiado en una diosa extranjera, una deidad griega.
Las tensiones comenzaban a crecer cuando pidió audiencia ante los Reyes Conón de Samos. Conón era un sabio egipcio muy venerado, que conocía bien el firmamento, y que era buen amigo del sabio griego Arquímedes de Siracusa.
Conón debía ser, en efecto, un hombre profundamente sabio. Se presentó a los Reyes y les dijo que acababa de aparecer una constelación nueva en el cielo, que tenía la forma de una hermosa cabellera. Sin duda, les sugirió, Afrodita recogió con agrado la ofrenda de Berenice y la hizo subir al cielo, preservándola para la eternidad entre las constelaciones…
Conón fue al Museo de Alejandría y añadió el dibujo de una larga melena en el globo celeste que albergaba el Museo y que mostraba el firmamento tal como lo conocían entonces.
Después, Calímaco de Cirene, que fue bibliotecario de la biblioteca de Alejandría hasta su muerte, y autor de los 120 volúmenes que recogían el catálogo completo de esta biblioteca, escribió el poema con el que empieza la entrada…
El poema se perdió, pero lo conocemos por una imitación de Catulo, y por veinte versos hallados en un papiro egipcio.
Esta historia me encanta. Combina la añoranza y la pasión del amor perdurable , con la inteligencia, el deseo de concordia, la creatividad y la fe en la conservación del conocimiento humano. Como bibliotecaria en campaña activa contra el desprecio por la memoria y contra la estupidez, como amante de la poesía y del firmamento y como mujer enamorada, me ha parecido perfecta para poner los pies en el umbral del solsticio de verano, una fecha mágica y propiciatoria de todos estos tesoros vitales, que también celebraremos desde aquí dentro de sólo un par de días.