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Escrito por el Jun 21, 2015 en liturgia de las horas | 10 comentarios| etiquetas: despedidas, Inmaculada Tomás, lo más importante de la vida, muerte

adeu lluna de nit…

Hace unos meses escribí esto.

Lo escribí para una amiga que estaba muy enferma.

Pasaba sin embargo que esa amiga mía era también una de esas fuerzas de la naturaleza, como los tifones, las ponentás y el sirimiri.

A veces tiernas, a veces violentas, pero siempre envueltas en ese majestuoso vórtice de energía que parece que va a poder con todo.

La cosa estaba mal, pero una estaba segura de que ese cuerpo de la amiga, que era como una fortaleza, podría hacer con la enfermedad aquello que hacía John Coffey en La milla verde. Atraparla, absorberla, pulverizarla, disolverla. Hacerla desaparecer.

Inmaculada en París, 1973, con Rosa y Vicky.

Inmaculada en París, 1973, con Rosa y Vicky.

Han pasado muchos meses desde entonces. De esos meses, muchos han sido largas cadenas de días donde lo primero de cada día era ir a ver quién tenía una noticia nueva, a ver quién sabía de mejor mano que otros cómo estaba.

Ha habido semanas infernales que han durado como años de hambre.

Inmaculada cantando con el Equip València Folk, 1970, con Vicent Torrent (guitarra, delante, y chaleco de pelliza) y Julio Bustamante (guitarra, detrás, con sombrero).

Inmaculada cantando con el Equip València Folk, 1970, con Vicent Torrent (guitarra, delante, y chaleco de pelliza) y Julio Bustamante (guitarra, detrás, con sombrero).

Yo siento, hoy, cuando pienso en todos los amigos que la recuerdan con los corazones doblados de pena, que soy la pequeñita.
La última en llegar.

Sólo unos pocos años. Qué son mis tres años comparados con los 20, 30, que ha pasado día a día junto a otros.

Inmaculada en Cuba con su amigo Pere, 1987.

Inmaculada en Cuba con su amigo Pere, 1987.

Sin embargo, quizá por la situación de emergencia en la que ella me recogió, quizá por mi propia naturaleza, quizá porque hemos sido colegas cercanas en tiempos bien jodidos, yo me he acercado a ella y me he sentido tan cerca como la que más.

Ella tenía eso que yo adoro, la capacidad de amar intensamente lo que hacía. Un amor que estaba lleno de contradicciones, claro, como nos pasa a todas las personas normales y corrientes. A todas.

En estos tres años habremos compartido un almuerzo diario durante quizá casi mil días.
Son muchos días.

Muchos días de bocadillo de calamares con muy poca mayonesa y luego un cortado, de tortilla de patatas con tomate restregado, o de atún con olivas. Muchos días de la polémica del día, del juego de palabras infumable, de las historias fabulosas de los Peñafort, de guiños amorosos camuflados de risas.

Ella y yo hablábamos mucho de trabajo, mucho de futuro y mucho de cocina: de la tarta de salmón a su manera, del secreto del formado de las croquetas, de las pilotes de frare, que le encantaban, del séptimo sello de la paella, que aprendió con Jose y Raquel, los de El Tossal y que era añadir pimienta al sofrito del pollo, y de la receta de un gazpacho verde que era tan bonito como la primavera, y que le salía cojonudo.

Hablábamos también mucho de lo que necesitaba para poner orden en su vida, y el momento de ese orden no llegaba nunca. Como nos pasa a casi todos.

Inmaculada en Cuba, 1987.

Inmaculada en Cuba, 1987.

Hablábamos de las cosas que ella amaba y agradecía, porque era una mujer a la vez disfrutadora y agradecida: la cesta de mimbre que llevaba su amigo Echenique en el maletero de su coche con sus copas de cristal fino y su mantel de lino, con sus embutidos y sus servilletas de tela, para comer a mitad de camino. Los paseos a la playa, ida y vuelta, con Mati y Jose, esos amigos que a mí, no sé por qué, siempre me hacen pensar en Barral y en Yvonne.

Esta noche he soñado con ella. Me dormí inquieta y me he despertado temprano con los mensajes de una amiga querida que me daba la noticia de que mi otra amiga había volado ya.

Y yo pensaba, medio dormida, ¿habrán abierto alguna ventana, para que pudiera salir al cielo a levantar el vuelo?

Y mientras pienso eso, me doy cuenta de que he soñado con ella esta noche, y no consigo, joder, no consigo acordarme de con qué.

Y entonces yo, que no creo en dios, levanto los ojos a las nubes y le pregunto a aquel dios cercano y tierno en el que creía a mis quince años y con el que podía hablar de tú a tú, le pregunto, dime, por favor, ¿cuál era el sueño? ¿qué me ha dicho esta noche, cuando estaba comenzando su viaje?

La mañana avanza mientras podo mis arbolitos y abono flores y poco a poco me llega una sensación de silenciosa felicidad.

Quito las hojas muertas, y sonrío.

Lo hago sin querer, es una alegría que ha sembrado otro en mí, y tengo muy claro que el jardinero no puede ser otro sino ella.

Inmaculada en Cuba con Carlos Peñafort, 1987.

Inmaculada en Cuba con Carlos Peñafort, 1987.

Anoche hablaba con otro amigo muy querido, y le hablaba de un poema que no se me iba de la cabeza.

Ese poema es para mí como una carambola de billar a tres bandas, porque me lo mandó hace unos días el marido de Mer, la amiga queridísima que perdí en enero.

Y creo que concentra en gotas perfectas y doradas toda esa alegría inexplicable que ahora siento.

A veces,
como si fuera un antídoto del miedo a la muerte,
yo como estrellas.
Esas noches, acostado sobre mi espalda,
las absorbo desde la plena oscuridad
hasta que todas todas están dentro de mi,
como una pimienta intensa y afilada.

Otras veces, por el contrario,
me dejo envolver por un universo que todavía es joven,
caliente todavía, como la sangre:

aún no hay un espacio exterior, ni siquiera hay ningún espacio allí,
la luz de todas las estrellas que todavía no existen,
flotando a la deriva como una niebla numinosa.
Y todos nosotros
y todo lo que ya estaba ahí,
pero que aún no tenía una forma definida.

Y a veces
es suficiente con yacer aquí, sobre la tierra
sobre nuestros viejos huesos ancestrales:

caminar por los campos de cantos rodados
hechos con los cráneos que ya no sirven a nadie
cada uno como un tesoro, como una crisálida
mientras piensas: todo lo que se desprendió de estas cáscaras
ha levantado el vuelo sobre unas alas resplandecientes.
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Has levantado el vuelo sobre unas alas resplandecientes.

A veces necesitamos desesperadamente encontrar la palabra justa.

Y la que yo estaba buscando era ésa.

 

Has sido una gran mujer. Has tenido una vida llena de cosas hermosas: has visto medio mundo, has cantado aquí y allí, algo que a ti te emocionaba, has vivido momentos de absoluta felicidad en semanas normales como fruto de tu trabajo cotidiano.

Has sido radicalmente amorosa al ocuparte de los tuyos, y yo lo sé porque te he visto hacerlo.

Inmaculada en Cuba con Pili Carrera y otros amigos, 1987.

Inmaculada en Cuba con Pili Carrera y otros amigos, 1987.

Hoy pienso que estar preparado para morir significa que uno ha trabajado lo bastante para que cuando te llegue la hora, haya un dios que se saca del bolsillo una balanza especial para ti, una balanza benévola, en la que ese amor que uno ha regalado es la pieza que tara todas las demás.

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Cuando se fue mi amiga Merxe en enero, yo, y unos cuantos más de mi generación que compartíamos señas y que habíamos sido congregados a su alrededor por el ciclón que ella era también, nos decíamos, rotos por el dolor de no poder volverla a abrazar: sí, nosotros somos el tinglado de la Escrig.

Era un poco como decir: la forma que hoy tenemos tiene mucho que ver con el trabajo de sus manos.

Y hoy yo me acuerdo de todas esas cosas sin importancia, las pequitas oscuras alrededor de su cuello, los collares, las blusitas amplias, las uñas limadas con brillo de agua, la caligrafía hermosa en esas notas del bloc de Mr. Wonderful.

Inmaculada con compañeros del Orfeón Universitario, 1984.

Inmaculada con compañeros del Orfeón Universitario, 1984.

La sonrisa amarga cuando te decía que ella tenía una mala sensación. Siempre una sonrisa. Siempre. Sin angustia. Sólo una sonrisa, que a veces era amarga. Más amarga cuanto más avanzaba la partida.

La línea de orquídeas blancas de su despacho.

Cuando se mudó al despacho que ocupaba ahora, y recolocó las orquídeas a la luz disponible, pasado un tiempo, las plantitas volvieron a florecer. Y yo le decía, mira, Inma, es un buen augurio, mira las orquídeas.

Inmaculada en la boda de Molly (Carmen Guillem), con amigos del Orfeón Universitario.

Inmaculada en la boda de Molly (Carmen Guillem), con amigos del Orfeón Universitario.

Ella me miraba, me sonreía y me decía que no con la cabeza.
No ha sido suficiente. Ni sus orquídeas blancas, ni todos sus queridos juntos haciendo fuerza.

Y yo me digo hoy: sí, yo soy del tinglado de la Tomás.

Hoy, yo también me considero cosa tuya.

Dejas muchas cosas valiosas detrás.
Porque has trabajado como una burra. Y las burras hacen mucho camino. Un camino que dura.
No sabías trabajar de otra manera.

Inmaculada en el Teatre Talia en el estreno de L'òpera de 4 notes, en enero de 2004. Con Rafa Calatayud, Tom Johnson, Joan Cerveró y José Alberto Fuentes.

Inmaculada en el Teatre Talia en el estreno de L’òpera de 4 notes, en enero de 2004. Con Rafa Calatayud, Tom Johnson, Joan Cerveró y José Alberto Fuentes.

Pero lo más importante que dejas es esto: toda la gente que esta tarde, silenciosamente, piensa en ti, y tiene ganas de llorar.

Misión cumplida, jefa.

Te has ido el primer día del verano.
Justo antes de que todo cambiara, antes de que todas esas promesas que hemos esperado tanto tiempo comenzaran a eclosionar.

Me hubiera gustado ver ese cambio cerca de ti.

Estoy segura de que, como decía Manuel Vicent, allí donde estás hoy, ligera, sin peso, sin angustia, en la blanca sabiduría que has ganado mientras te bañabas en la luz de tu viaje estelar, de rato en rato echarás de menos los chistes malos del almuerzo, los bocadillos de calamares, las cocas de la Pepa, nuestros besos, las comilonas maravillosas con su maravillosa conversación…

Inmaculada en el despacho de la Subdirección General de Música de CulturArts, al final de la fiesta de Navidad, diciembre de 2014.

Inmaculada en el despacho de la Subdirección General de Música de CulturArts, al final de la fiesta de Navidad, diciembre de 2014.

Pero eso no te hará llorar ya, sino sonreír, porque donde tú te has ido, como decían mis amigos sevillanos, nunca se pierde ya más nada.
Ahora todo, todo, es tuyo, y para siempre.

Y desde allí nos mandarás, de rato en rato, un rocío alegre, para que nos caiga sobre las cabecitas, como quien siembra semillas al voleo.

Desde ahí donde estás, llena de luz.

Muchas gracias Inmaculada.

Feliz viaje, querida.

Te echaremos tanto de menos.

*Adeu lluna de nit, adeu, sol de migdia es una frase de Alenar, de Maria del Mar Bonet.

Poema:

Antidotes to Fear of Death

Sometimes as an antidote

To fear of death,

I eat the stars.

Those nights, lying on my back,

I suck them from the quenching dark

Til they are all, all inside me,

Pepper hot and sharp.

Sometimes, instead, I stir myself

Into a universe still young,

Still warm as blood:

No outer space, just space,

The light of all the not yet stars

Drifting like a bright mist,

And all of us, and everything

Already there

But unconstrained by form.

And sometimes it’s enough

To lie down here on earth

Beside our long ancestral bones:

To walk across the cobble fields

Of our discarded skulls,

Each like a treasure, like a chrysalis,

Thinking: whatever left these husks

Flew off on bright wings.

– Rebecca Elson, 2001

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10 Comentarios

  1. Querida Fernanda. Que cierto y bonito es todo lo que dices. Gracias

    • Mi querida Marina… ¿Qué puedo decirte yo a ti, con quien me he sentido tan unida estos días, tan mezclada en la misma melodía? Creo que sólo gracias, gracias…

  2. Un beso enorme querida. Qué agridulces son las despedidas. Tristeza en estado puro por la ausencia y al mismo tiempo, un sentimiento de felicidad desmedida -aunque atrofiada por las circunstancias- por saberte poseedora de un tesoro único, el haber vivido con ella y ser hoy parte de su legado vital. Esa cosica suya que se queda en ti, que tu alimentarás y a su vez, llegado el momento, dejarás en legado. La inmortalidad al fin y al cabo que solo perdura en aquellos que son capaces de amar y derrochar felicidad… con cabreos, amarguras y frustraciones, que la una no madura sin saber encanjar la retaila completa…

    Mis mejores deseos para tu amiga, que tenga buen viaje. A ti, un achuchón bien gordo.

    • Mi querida Maite, qué razón tienes. Quizá porque estaba aturdida por el dolor, pero me ha costado varios días entender lo que me decías del legado, o quizá sencillamente poder verlo, y hoy, que tengo la voluntad de levantar el ánimo, cuando lo he entendido, ha sido como si me hubiera comido un trocito de sol. Cómo te lo agradezco. Un abrazo fuerte fuerte.

  3. Fernanda, tú te pareces un poco a ella, al menos en lo importante: siempre te veo dispuesta a poner luz en la vida de los demás. Me emociona y me abruma ver que haces tantas cosas de las que yo no soy capaz. Gracias…

    • No sé cómo se pone aquí eso del corazoncito, pero creo que eso es lo único que quiero poner…

  4. MIL GRACIAS POR EL ARTÍCULO, POR LAS FOTOS DE MI TÍA, POR TUS PRECIOSAS PALABRAS… PERO SOBRE TODO POR EL CARIÑO QUE DESPRENDEN Y QUE REFLEJA, SIN LUGAR A DUDAS, CUANTO AMOR HUBO.
    BESOS

    • Paco, mil gracias. Fue muy bonito ese momento en el que vosotros estabais allí, un poco como si fuerais ella. Un poco ella. Una prolongación de su presencia. Para todos nosotros era muy difícil volver a entrar allí sin ella. La hemos querido mucho y la echaremos mucho de menos. Y teneros allí fue como si vosotros fuerais un poco su legado, sus mensajeros. Emocionante, y reconfortante. Gracias a ti, Paco. Un abrazo fuerte.

  5. He buscado la palabra para poder darte las gracias por todo lo que escribes sobre mi hermana Inmaculada. Gracias porque he llegado a conocer esa maravillosa proyección en esa faceta de su vida , que yo conocía a duras penas, ese gran disfrute de la vida , de los amigos de los maravillosos momentos que disfrutaba con todos y todo. Yo de lo que mas puedo hablar es de sus momentos duros y difíciles, ya que he sido su acompañante, de lo fuerte y valiente que ha sido al enfrentarse a ellos. Solo volver a daros las gracias por vuestro tiempo compartido con ella. LAS HUELLAS DE LOS QUE CAMINAN JUNTOS NUNCA SE BORRA.

    • Querida Pepa, cuando nos vimos en el tanatorio, yo me acerqué a darte las gracias. Te lo dije, y tú, que no me conocías de nada, te me quedaste mirando un poco sorprendida. Yo quería que alguien me dijera quién eras porque quería darte las gracias. Todo el tiempo que hemos pasado sin ella, nosotros estábamos tranquilos porque sabíamos que tú estabas al frente de todo, y eras nuestro principal cordón umbilical con nuestra amiga.
      Eras la persona más importante en esos largos días de sentir que nuestras conexiones con ella se partían.
      Tu hermana ha sido una mujer extraordinaria. Aquel angustioso viernes por la noche, cuando ya sabíamos que ella sabía que era el final, le escribí un mensaje al wasap, por si aún podía leerlo. Y eso es lo que le dije. Eres una mujer maravillosa. Te queremos mucho.
      Hoy hemos hecho un almuerzo un poco especial, en mi casa, los que solíamos almorzar juntos cada día. Y ella, que no estaba, estaba más que nadie.
      Gracias Pepa.
      Tu hermana era una gran mujer, y ha tenido la suerte impagable de ver retornar el amor que ella ha dado en el que tú le has dado a ella.
      Gracias por todo.
      Un abrazo muy fuerte.

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